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Romanos 2:13 NVI* Porque Dios no considera justos a los que oyen la ley, sino a los que la cumplen.
No hay nada que agrade más a un padre que sus hijos sigan su consejo y cumplan con lo que han prometido hacer. Como lo dice el verso, Dios admira de nosotros cuando vamos más allá de leer su palabra o de conocer lo que dice acerca de nuestras vidas, y se agrada en que cumplamos y hagamos realidad su bendita palabra.
Que nuestro «sí» sea «sí» y nuestro «no» sea «no». Que sirvamos de todo corazón sin interés alguno camuflado. Que amemos a los demás tal como Dios nos ama a nosotros. Que llevemos una vida con las cuentas claras, perdonados y con un corazón completamente limpio de ira, enojo, resentimiento e inmoralidad.
Nada nos ganamos con decir que amamos a Dios, si lo negamos con nuestras acciones y demandas, si lo negamos con nuestro orgullo y arrogancia, y si desdecimos de él con nuestras acciones. Eso no nos hace justos. No nos conformemos solo con oír la palabra, pues lo que verdaderamente necesitamos todos es llevarla a la práctica.
Vamos a orar:
Perdóname, Señor, por mi gran incoherencia, pues mi amor por ti debe reflejarse en los hechos y en mis acciones. Ayúdame a vivir en ti, libre, perdonado, sobrio, descansado, confiado y lleno de ti, pues nada más quiero en la vida. Dueño mío y tesoro mío, en el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 4ª temporada, 18 de diciembre. ¿Qué admira Dios de mí?
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Romanos 2:13 NVI* Porque Dios no considera justos a los que oyen la ley, sino a los que la cumplen.
No hay nada que agrade más a un padre que sus hijos sigan su consejo y cumplan con lo que han prometido hacer. Como lo dice el verso, Dios admira de nosotros cuando vamos más allá de leer su palabra o de conocer lo que dice acerca de nuestras vidas, y se agrada en que cumplamos y hagamos realidad su bendita palabra.
Que nuestro «sí» sea «sí» y nuestro «no» sea «no». Que sirvamos de todo corazón sin interés alguno camuflado. Que amemos a los demás tal como Dios nos ama a nosotros. Que llevemos una vida con las cuentas claras, perdonados y con un corazón completamente limpio de ira, enojo, resentimiento e inmoralidad.
Nada nos ganamos con decir que amamos a Dios, si lo negamos con nuestras acciones y demandas, si lo negamos con nuestro orgullo y arrogancia, y si desdecimos de él con nuestras acciones. Eso no nos hace justos. No nos conformemos solo con oír la palabra, pues lo que verdaderamente necesitamos todos es llevarla a la práctica.
Vamos a orar:
Perdóname, Señor, por mi gran incoherencia, pues mi amor por ti debe reflejarse en los hechos y en mis acciones. Ayúdame a vivir en ti, libre, perdonado, sobrio, descansado, confiado y lleno de ti, pues nada más quiero en la vida. Dueño mío y tesoro mío, en el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes