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Un día cualquiera, Dios me sorprendió con esta amonestación; ¿tan torpe eres? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿Pretendes ahora perfeccionarte con esfuerzos humanos?
Antes de conocer la palabra de Dios, mi vida estaba llena de arrogancia, de orgullo, de altivez y de una aparente suficiencia y engreimiento, producto de los triunfos académicos y personales. Fue Dios quien me ayudo a entender que tales actitudes y maneras de ser, constituían en si mismas, manifestaciones del pecado, que en determinado momento nos hacen creer que somos los dueños y señores de nuestra propia vida, y que mas allá de nosotros mismos, no hay nada ni nadie que nos pueda vencer.
La biblia lo dice, en (proverbios 8:13) “Quien teme al Señor aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso” también dice en el (salmo 94:4) que “Todos esos malhechores son unos fanfarrones; a borbotones escupen su arrogancia” y entonces pienso que en muchas ocasiones corremos la carrera del orgullo y de la arrogancia, seguimos escupiendo insultos, quejas y comentarios. A veces pienso que en la intimidad de nuestro pensamiento, el orgullo, la arrogancia, la altivez y la falta de misericordia, rondan con pasos de gigante, tratando de mantenernos en la palestra del juicio indiscriminado de quienes nos rodean.
La palabra de Dios es en si misma pura gracia, pura misericordia, puro amor, restauración, aliento, apoyo incondicional, renuevo, nuevas oportunidades, vida en abundancia y paz que sobrepasa todo entendimiento.
Reconocer que todo lo que hacemos, lo podemos lograr gracias a la voluntad de Dios sobre nuestras vidas, es el primer peldaño de las interminables escaleras que nos conducen a una vida humilde y llena de la presencia de Dios, en la que reconocemos que todo lo que somos y todos nuestros talentos y habilidades nos han sido dados por el creador en gracia y que nada de lo que hacemos, es el resultado de nuestro propio esfuerzo.
Así pues, ¿tan torpe eres? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿Pretendes ahora perfeccionarte con esfuerzos humanos?
Devocional. Tu tiempo con el Numero Uno. Orgullo Espiritual. 13 Enero
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Un día cualquiera, Dios me sorprendió con esta amonestación; ¿tan torpe eres? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿Pretendes ahora perfeccionarte con esfuerzos humanos?
Antes de conocer la palabra de Dios, mi vida estaba llena de arrogancia, de orgullo, de altivez y de una aparente suficiencia y engreimiento, producto de los triunfos académicos y personales. Fue Dios quien me ayudo a entender que tales actitudes y maneras de ser, constituían en si mismas, manifestaciones del pecado, que en determinado momento nos hacen creer que somos los dueños y señores de nuestra propia vida, y que mas allá de nosotros mismos, no hay nada ni nadie que nos pueda vencer.
La biblia lo dice, en (proverbios 8:13) “Quien teme al Señor aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso” también dice en el (salmo 94:4) que “Todos esos malhechores son unos fanfarrones; a borbotones escupen su arrogancia” y entonces pienso que en muchas ocasiones corremos la carrera del orgullo y de la arrogancia, seguimos escupiendo insultos, quejas y comentarios. A veces pienso que en la intimidad de nuestro pensamiento, el orgullo, la arrogancia, la altivez y la falta de misericordia, rondan con pasos de gigante, tratando de mantenernos en la palestra del juicio indiscriminado de quienes nos rodean.
La palabra de Dios es en si misma pura gracia, pura misericordia, puro amor, restauración, aliento, apoyo incondicional, renuevo, nuevas oportunidades, vida en abundancia y paz que sobrepasa todo entendimiento.
Reconocer que todo lo que hacemos, lo podemos lograr gracias a la voluntad de Dios sobre nuestras vidas, es el primer peldaño de las interminables escaleras que nos conducen a una vida humilde y llena de la presencia de Dios, en la que reconocemos que todo lo que somos y todos nuestros talentos y habilidades nos han sido dados por el creador en gracia y que nada de lo que hacemos, es el resultado de nuestro propio esfuerzo.
Así pues, ¿tan torpe eres? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿Pretendes ahora perfeccionarte con esfuerzos humanos?
MIguel Montes