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Romanos 10:14 NVI: «Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien predique?»
Es impresionante ver cómo detrás de la incredulidad aparecen las implicaciones de no conocer a Dios.
Es claro pensar que si no conocemos a Dios no vamos a tener en quien creer, y como la mayoría de las personas han decidido conocer a medias o menos que a medias a Dios, precisamente por eso la incredulidad se toma la sociedad en general, dejándola desprovista de cualquier ancla, que pueda ser útil, a la hora de necesitar reconocer o decidir por un camino espiritual que nos permita volver a Dios.
Por eso el apóstol Pablo nos muestra que cuando no hay un verdadero conocimiento de Dios, el hombre forma sus propias opiniones y se hace una réplica de Dios a su propia imagen, y esto siempre resultará en una visión deformada y degradada de Dios.
Así mismo comenzamos a ver a nuestro alrededor que a nadie le importa el dolor del otro y que la incredulidad nos aparta cada vez más de vivir unas vidas conforme a la voluntad de Dios, lo cual resulta en egoísmo, egolatría, vidas ufanadas y pagadas de sí mismas y finalmente una vida desprovista de Dios.
Yo creo que debemos de manera sensata escudriñar las diversas maneras en las que la incredulidad nos ataca y nos está separando cada vez más de la presencia de Dios: incredulidad en el poder de la oración, incredulidad sobre el don del Espíritu Santo de Dios, incredulidad sobre la palabra de Dios, incredulidad que nos dice que nada de esto funciona, y finalmente incredulidad sobre la vida eterna.
Vamos a orar.
Perdóname Señor por mi incredulidad y mi falta de fe, pues reconozco que la fe viene por el oír la palabra de Dios y si no la escucho, ¿cómo voy a tener fe? Hoy reconozco mi necesidad de ti Señor, pues no quiero ser un incrédulo ni mucho menos quedarme sin ti, sin tu palabra, sin tu gracia y sin tu incomparable amor. Te necesito Señor, aviva mi fe y dame una nueva oportunidad para empezar de nuevo a tu lado. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 8 de septiembre. Incredulidad.
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Romanos 10:14 NVI: «Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien predique?»
Es impresionante ver cómo detrás de la incredulidad aparecen las implicaciones de no conocer a Dios.
Es claro pensar que si no conocemos a Dios no vamos a tener en quien creer, y como la mayoría de las personas han decidido conocer a medias o menos que a medias a Dios, precisamente por eso la incredulidad se toma la sociedad en general, dejándola desprovista de cualquier ancla, que pueda ser útil, a la hora de necesitar reconocer o decidir por un camino espiritual que nos permita volver a Dios.
Por eso el apóstol Pablo nos muestra que cuando no hay un verdadero conocimiento de Dios, el hombre forma sus propias opiniones y se hace una réplica de Dios a su propia imagen, y esto siempre resultará en una visión deformada y degradada de Dios.
Así mismo comenzamos a ver a nuestro alrededor que a nadie le importa el dolor del otro y que la incredulidad nos aparta cada vez más de vivir unas vidas conforme a la voluntad de Dios, lo cual resulta en egoísmo, egolatría, vidas ufanadas y pagadas de sí mismas y finalmente una vida desprovista de Dios.
Yo creo que debemos de manera sensata escudriñar las diversas maneras en las que la incredulidad nos ataca y nos está separando cada vez más de la presencia de Dios: incredulidad en el poder de la oración, incredulidad sobre el don del Espíritu Santo de Dios, incredulidad sobre la palabra de Dios, incredulidad que nos dice que nada de esto funciona, y finalmente incredulidad sobre la vida eterna.
Vamos a orar.
Perdóname Señor por mi incredulidad y mi falta de fe, pues reconozco que la fe viene por el oír la palabra de Dios y si no la escucho, ¿cómo voy a tener fe? Hoy reconozco mi necesidad de ti Señor, pues no quiero ser un incrédulo ni mucho menos quedarme sin ti, sin tu palabra, sin tu gracia y sin tu incomparable amor. Te necesito Señor, aviva mi fe y dame una nueva oportunidad para empezar de nuevo a tu lado. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes