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Salmos 30:11 NTV. Tú cambiaste mi duelo en alegre danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de alegría.
Como nos duele, y la verdad es que no se puede describir bien en qué lugar del cuerpo y del corazón, la muerte de las personas que amamos y que en algún momento significaron aliento, compañía, descanso y, sobre todo, incondicionalidad. Muchas personas despiden a sus hermanos, a sus padres, a sus hijos y a sus amigos, y en ese duelo, parece que nada nos puede consolar.
De repente, nos damos cuenta de que nos queda la alegría de todo lo que compartimos y lo que hace que esas personas se queden para siempre en nuestro recuerdo y nuestro corazón, pues no se puede olvidar el tono de su voz, los esfuerzos que hizo para levantarnos y hacer de nosotros las personas que somos. Pues, aunque no nos demos cuenta, cada compartir, cada experiencia y cada oportunidad para mirarnos y construir juntos la vida, es la mayor huella de amor que nos queda para afrontar, como debe ser, el duelo.
Todas esas cosas, como las dice el verso, nos cambian el duelo en dulce alegría, pues solo Dios nos puede ayudar a hacer conciencia de lo efímera y corta que es la vida y de las maneras en que, en el momento en que venga la partida, debemos mirar para seguir adelante y valorarla mucho más.
Vamos a orar.
Amado Señor, gracias por tu consuelo que me trae descanso y alegría, pues si no fuera por tu gracia y por tu amor, no podríamos llegar a amarnos tanto. Gracias por esas personas especiales que nos has dado para compartir y para mostrarnos tu incomparable amor. Gracias por quitarme el vestido de luto y vestirme con ropas nuevas de esperanza. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 13 de enero. Duelo.
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Salmos 30:11 NTV. Tú cambiaste mi duelo en alegre danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de alegría.
Como nos duele, y la verdad es que no se puede describir bien en qué lugar del cuerpo y del corazón, la muerte de las personas que amamos y que en algún momento significaron aliento, compañía, descanso y, sobre todo, incondicionalidad. Muchas personas despiden a sus hermanos, a sus padres, a sus hijos y a sus amigos, y en ese duelo, parece que nada nos puede consolar.
De repente, nos damos cuenta de que nos queda la alegría de todo lo que compartimos y lo que hace que esas personas se queden para siempre en nuestro recuerdo y nuestro corazón, pues no se puede olvidar el tono de su voz, los esfuerzos que hizo para levantarnos y hacer de nosotros las personas que somos. Pues, aunque no nos demos cuenta, cada compartir, cada experiencia y cada oportunidad para mirarnos y construir juntos la vida, es la mayor huella de amor que nos queda para afrontar, como debe ser, el duelo.
Todas esas cosas, como las dice el verso, nos cambian el duelo en dulce alegría, pues solo Dios nos puede ayudar a hacer conciencia de lo efímera y corta que es la vida y de las maneras en que, en el momento en que venga la partida, debemos mirar para seguir adelante y valorarla mucho más.
Vamos a orar.
Amado Señor, gracias por tu consuelo que me trae descanso y alegría, pues si no fuera por tu gracia y por tu amor, no podríamos llegar a amarnos tanto. Gracias por esas personas especiales que nos has dado para compartir y para mostrarnos tu incomparable amor. Gracias por quitarme el vestido de luto y vestirme con ropas nuevas de esperanza. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes