Santiago 5:16 NTV: Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.

Cuando leemos la bendita palabra de Dios, deberíamos detenernos en ella, de tal manera que podamos llegar a descifrar y encontrar en ella aquello que con la carrera y la mecanicidad que tenemos para hacerlo no nos permite ver.

En este caso, el verso tiene 5 acciones que debemos poner en práctica, de tal manera que podamos conocer más y mejor la voluntad de Dios, y asimismo comenzar a poner en práctica algunas de sus instrucciones.

En primer lugar, el verso dice «Confiésense los pecados unos a otros», y seguramente parte de lo que no hemos podido arreglar en nuestra vida se produce por no hacer esta tarea que Dios mismo nos manda a hacer.

En segundo lugar, el verso dice «oren los unos por los otros», y la verdad es que si nos cuesta trabajo orar por nosotros, yo creo que es una tarea más escasa la de orar los unos por los otros. Para lo cual deberíamos tomar con determinación y carácter el hábito de orar los unos por los otros, de tal manera que Dios mismo nos pueda usar al realizar esta acción espiritual.

En tercera instancia, el verso nos dice que si nos confesamos los pecados los unos a los otros y oramos los unos por los otros, vamos a recibir sanidad, porque dice «para que sean sanados». Oren los unos por los otros «para que sean sanados». Así que si necesitas sentirte sano y estar sano, debemos hacer realidad estas dos acciones espirituales.

En cuarta consideración, el verso dice «La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder», y qué difícil es darnos cuenta si somos justos o no. Y la realidad de esto es que en el momento en que le entregamos nuestra vida a Dios y nos arrepentimos, Dios nos hace justos, y como tal deberíamos hacer oraciones fervientes como lo dice el verso, y por fin ver el poder de Dios en nuestras vidas.

Finalmente, el verso nos dice que si hacemos todo esto podremos encontrar «resultados maravillosos». Así que si el anhelo de tu corazón es tener resultados maravillosos, comienza la tarea desde hoy haciendo lo que dice el verso.

Vamos a orar.

Amado Dios, te pido perdón por ocultar mi pecado y no confesarlo, perdón por no tener la intención de orar por los demás y por mí como debiera, y te pido perdón porque mi enfermedad de la mente, del corazón y de mi cuerpo veo que ha sido el resultado de mi falta de perdón, de oración y sobre todo de reconocer mi pecado.

Hoy vengo a ti para que me perdones y me hagas justo delante de ti. Límpiame y sáname Señor, y ayúdame a hacer tu voluntad, pues quiero ver tu poder y darme cuenta de las maneras maravillosas como haces tu voluntad en mi vida. En el nombre de Jesús, amén.

Marcos 11:24 NVI: Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración y lo obtendrán.

En la versión NTV, nos dice el mismo pasaje que podemos orar por cualquier cosa y si creemos que lo hemos recibido, será una realidad en nuestra vida. Y yo creo que más allá de ser una receta, más bien lo que hace Dios en nuestro corazón es alistar nuestro espíritu y nuestro entendimiento para que entendamos que si nos alineamos en el espíritu y en el entendimiento en el buscar la voluntad de Dios para nuestras vidas, no vamos a pedir cosas que queden fuera de la voluntad del Padre.

Yo creo que la acción de creer está directamente relacionada con una dependencia profunda de Dios y un conocimiento verdadero de la persona de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo en nuestras vidas, lo cual nos lleva, como lo dice el verso, a creer que lo que le pedimos a Dios ya lo estamos recibiendo, pues es parte de su voluntad.

Vamos a orar.

Amado Dios, hoy creo que solo tú puedes hacer realidad mis anhelos y deseos, pues mi primer anhelo y deseo eres tú. Ayúdame en mi poca fe y permíteme conocerte más y conocer tu voluntad para mi vida en tu palabra. Hoy me rindo Señor y reconozco que en mis fuerzas no lo puedo lograr. Entra en mi ser Señor y lléname completamente de tu presencia, en el nombre de Jesús, amén.

1 Corintios 14:15: «Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento».

Qué bueno que para este nuevo inicio de mes, pudiéramos hacernos un propósito: el de orar, como lo dice el verso, con el Espíritu, pero también con el entendimiento.

Normalmente nos aprendemos oraciones y retahílas que a la larga ni entendemos ni las hacemos conscientes, y eso al final no sirve para nada.

Dios quiere de nosotros una oración sincera, una oración que brote de las entrañas de nuestro corazón y que dé cuenta de nuestra necesidad y de nuestra comunión con Dios. Creo yo que debemos ir más allá de un padrenuestro y dos avemarías, y más allá de dos o tres versos bíblicos que nos sepamos de memoria, y en realidad entrar en las aguas profundas de la palabra de Dios.

Como lo dice el verso, con el espíritu pero también con el entendimiento, pues solo de conocer a Dios y su bendita palabra podremos encontrar el verdadero sentido de la oración y una comunión verdadera y sin máscaras ni apariencias con el Creador.

Vamos a orar.

Enséñame Señor a orar y a encontrar mi lugar de confianza y seguridad contigo. Quiero conocerte Señor y entender y experimentar una oración en el Espíritu, pero también con el entendimiento, de tal manera que sea consciente, profunda y reverente para ti. Yo te lo pido en el nombre de Jesús, amén.

Salmo 66:17-18 NTV: Pues clamé a él por ayuda, lo alabé mientras hablaba. [18] Si no hubiera confesado el pecado de mi corazón, mi Señor no me habría escuchado.

Yo creo que David, lo más hermoso y completo que pudo hacer al hablar con Dios y desarrollar una vida de comunión con Él, fue abrir su corazón completamente y sin reservas ante el Creador del universo, con lo cual se hizo completamente sincero y vulnerable delante de quien lo podía redimir, reparar, restaurar y volver a la calma y el reposo que tanto necesitaba.

Yo creo que nosotros debemos hacer tal y cual David lo hizo, y de una vez por todas sincerarnos con el Señor y, como lo dice el verso de hoy, clamar a Él por ayuda y darle gracias y alabarlo aun en medio de la dificultad, para ver si por fin terminamos como David diciéndole a Dios: «Si no hubiera confesado el pecado de mi corazón, mi Señor no me habría escuchado».

Y eso es lo que debemos hacer finalmente con Dios: confesarle nuestro pecado y hablarle con total transparencia y sinceridad, para recibir de Él mismo lo mejor que Él nos puede dar: perdón, descanso, vida eterna y la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Vamos a orar.

Gracias Señor porque hoy puedo venir a ti, arrepentido y dispuesto a confesarte mi pecado, mi culpa, mi tristeza y mi falta de ti Señor. Te pido perdón por mis pecados y te ruego que me permitas conocer más de ti y de esta manera llegar a ser la persona que tú diseñaste para que fuera desde la eternidad. En el nombre de Jesús, amén.

Juan 14:15 NTV: »Si me aman, obedezcan mis mandamientos.

Como lo podemos leer y entender en el verso de hoy, la palabra de Dios es más directa y práctica de lo que nos podemos imaginar. El verso dice: «Si me aman», «si me aman», «si me aman», hagan una sola cosa: obedezcan mis mandamientos.

Y es así de simple lo que Dios quiere de cada uno de nosotros: que le obedezcamos y que hagamos lo que Él dice en su palabra debemos hacer. Y de esta manera nos damos cuenta  que una verdadera vida cristiana hace caso de lo que Dios dice, sin que eso sea para nosotros una obligación o algo muy difícil de cumplir y de hacer.

Más bien es el amor, como lo dice el verso, es lo que realmente nos facilita obedecer y hacer las cosas bien, porque el amor todo lo puede, todo lo hace posible, el amor todo lo revoluciona dentro de nosotros y nos lleva a hacer las cosas que solo motivados por el amor podemos hacer.

Eso es todo lo que Dios pide de ti y de mí: que le amemos con todas nuestras fuerzas, nuestra alma, nuestra mente y nuestro ser. Pues si lo hacemos de esta manera, tendremos siempre presente a Dios y terminaremos haciendo su bendita voluntad.

Vamos a orar.

Amado Dios, qué feliz me hace amarte y vivir mi vida a tu manera. Hoy me comprometo de nuevo a hacer tu voluntad y no la mía, pues el amor que te tengo me lleva a querer hacerlo; no por obligación, no por miedo, no porque me toque, sino porque te amo y me haces sentir la persona más amada del universo. Tuyo soy Señor, dueño, Señor y Salvador de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.

Juan 8:42-43 NVI: —Si Dios fuera su Padre —contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de Dios y aquí me tienen. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió. [43] ¿Por qué no entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra.

En este verso, Jesús les estaba hablando a los fariseos de la época que de ninguna manera pudieron reconocer al Mesías, a Jesús, el Cristo hecho hombre que vino para darnos libertad del pecado y traer a nuestra vida arrepentimiento y perdón.

Y aunque parece increíble, en esta época hay muchas personas que de la misma manera que los fariseos, no quieren reconocer a Jesús como el camino, la verdad y la vida, y prefieren, como lo dice la Biblia, perderse en sus inútiles razonamientos espiritualoides que la modernidad ofrece.

Como los fariseos de la época y como lo dice el verso, la evidencia de tales personas es que no aman a Jesús y más bien siguen en sus prácticas idólatras que niegan el nombre de Jesús y al Cristo como el Salvador y el único intermediario entre Dios y los hombres, pues su palabra dice (Juan 14:6 NVI): —Yo soy el camino, la verdad y la vida —contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.

Termina el verso como si Jesús mismo nos lo estuviera diciendo una y otra vez: «¿Por qué no entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra». Y una vez más te pregunto… ¿lo alcanzas a escuchar? ¿Por fin reconoces su voz? Sí… es Jesús, el Hijo de Dios, el único Señor y Salvador que te llama de nuevo.

Vamos a orar.

Gracias Señor por tu palabra reveladora que nos lleva a la verdad y nos acerca más a ti, el Dios vivo, el Cristo, el Hijo de Dios y nuestra única salvación. Hoy te ruego que abras mis oídos para escucharte y mis ojos para verte, pues no me quiero perder en mis inútiles razonamientos ni en una vida sin ti. Te necesito Señor y no quiero hacer la vida a mi manera sino a la tuya, y por eso te digo: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. En el nombre de Jesús, amén.

Juan 8:34 NVI: —Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —afirmó Jesús—

Yo creo que lo más común en todos nosotros es excusar nuestra conducta con argumentos y disculpas que, a la larga, definitivamente, por más excusas que sean, terminan siendo eso, solo excusas.

Muchas personas que son esclavas de la comodidad o del dinero se vuelven esclavas de ello y por eso se endeudan o buscan una moneda más, un interés más, una ganancia más, con lo cual no se dan cuenta de que son esclavos de eso que les produce placer y bienestar.

Así mismo nos puede pasar con las conductas sexuales que excusamos o con las conductas adictivas del alcohol y las drogas que también excusamos, y en ese sentido, con todo aquello que nos tiene presos y esclavos y que no queremos reconocer que nos hace daño. Y eso finalmente es el pecado: querer hacer mi voluntad y no la de Dios.

Por eso el verso dice (Juan 8:34 NVI): —Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —afirmó Jesús—.

Vamos a orar.

Perdón Señor por tratar de buscar excusas y de inventar motivos para justificar lo que hago, lo que pienso y lo que digo, pues todo eso me aparta de hacer tu voluntad. Hoy te pido perdón por mi pecado y decido renunciar completamente a todo aquello que no es tu voluntad. Y acabar de una vez por todas con todas mis excusas y argumentos. En el nombre de Jesús, amén.

Salmo 3:3 NTV: «Pero tú, oh SEÑOR, eres un escudo que me rodea; eres mi gloria, el que sostiene mi cabeza en alto».

Si de verdad leyéramos con detenimiento la bendita palabra de Dios, con eso sería más que suficiente para encontrar en cada línea el mejor alimento y las mejores respuestas para nuestra vida. Este verso dice: «Pero tú, oh Señor, eres un escudo que me rodea; eres mi gloria, el que sostiene mi cabeza en alto».

Y si nos damos cuenta en detalle, el verso dice «eres» en presente y en singular. «Eres» y tú mismo lo puedes decir en voz alta en este momento y comenzar a decir a Dios: «Señor, tú eres todo lo que tengo, eres mi compañía, eres mi alegría, eres mi más alto escondite, eres mi descanso, eres mi consejero, eres mi ayudador, eres quien me conoce y eres quien tiene todo lo que necesito para vivir».

Solo con eso, con la conciencia que tú y yo podemos tener de ese «eres» de Dios, solo con eso ya tenemos suficiente para sentirnos protegidos por ese escudo que nos rodea y encontrar el descanso y la paz que necesitamos.

Vamos a orar.

Señor, gracias porque tú eres ahora y cada día eres real para mí. Nunca te has ido ni me has abandonado, pues tú mismo dices que nunca me dejarás y jamás me abandonarás. Hoy me entrego de nuevo a ti, agradecido y confiado de que sigues obrando tu perfecta voluntad en mi vida, en el nombre de Jesús. Amén.

Salmos 146:3 NTV: «No pongan su confianza en los poderosos; no está allí la ayuda para ustedes».

El salmista dice que no se puede confiar en los poderosos porque hacen promesas que no pueden cumplir, y la verdad es que en demasía se escuchan casos de personas defraudadas y muchas más engañadas por las falsas promesas de los poderosos que, en últimas, no quieren más que su propio provecho.

Por esto mismo debemos entender que Dios es la esperanza y la ayuda del necesitado, pues en todo momento podemos ver en la Biblia que Jesús mantiene un interés vivo y real por el pobre y el afligido. Dios no separa las necesidades físicas de las espirituales, sino que satisface ambas y con ello logra traer a nuestra vida ese equilibrio que tanto necesitamos para vivir.

Dios es la esperanza de los necesitados, y no un gobierno en particular, y nosotros mismos, como familia, como hijos, abuelos, padres, tíos y hermanos, somos el medio que Él utiliza para brindar su ayuda aquí en la tierra.

Vamos a orar.

Gracias Señor porque mi vida depende de ti y tu perfecto amor. Gracias porque sé que tú eres Dios para mí, indistintamente de lo que tenga o del poder que ostente. Solo en ti puedo descansar y encontrar la dirección que necesito y la seguridad para vivir, pues tú me conoces y sabes todo de mí. Eres mi principio y mi fin Señor, y sin ti nada puedo lograr ni hacer. En el nombre de Jesús, amén.

Salmos 145:14 NTV: «El SEÑOR ayuda a los caídos y levanta a los que están agobiados por sus cargas».

Hay ocasiones cuando nos parece que nuestras cargas son más de lo que podemos soportar y nos preguntamos cómo podremos seguir adelante. En este Salmo, al encontrarse David en una situación así de difícil, meditó en el Señor, el único capaz de llevar cualquier carga y con seguridad descansó en la soberanía de Dios sobre su vida.

Dios nos puede ayudar porque es grandioso y hace poderosos actos en cada generación, está lleno de la majestad y gloria de su esplendor, sus obras son imponentes y es justo; es misericordioso, paciente, lleno de amor inagotable, bondadoso y compasivo, gobierna sobre un reino eterno y satisface todas nuestras necesidades.

Además de todo esto, Dios, como lo dice el verso de hoy, «ayuda a los caídos y levanta a los que están agobiados por sus cargas», pues solamente Él es justo en todo lo que hace y está lleno de bondad, está cerca de los que lo invocan; y oye nuestros gritos de auxilio y nos rescata.

Por eso, si estás siendo agobiado por alguna carga y te sientes como que estás a punto de caer, vuélvete a Dios y pídele ayuda, pues Él está listo para levantarte y llevar tu carga.

Vamos a orar.

Gracias Señor por tanto amor y fidelidad. Hoy descanso en ti y en tu perfecto amor. Te entrego mi carga Señor y te pido que me des guía y dirección para mantenerme firme en tu presencia. Quiero hacer solo tu voluntad Señor y vivir agradecido con lo que me has dado y me permites vivir. En el nombre de Jesús, amén.

Escuchanos en tu plataforma favorita

Déjanos tu testimonio

Contacto General