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Salmo 107:8-9 NVI: ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! [9] Él apaga la sed del sediento y sacia con lo mejor al hambriento.
Sabemos que el contentamiento proviene de la seguridad de que Dios nos ama de manera incondicional y que nada de lo que pueda hacer hará que Dios me ame más, ni mucho menos nada de lo que deje de hacer hará que Dios me ame menos, pues su promesa es que siempre cuidará de mí.
Y en esta verdad, como lo dice el verso de hoy, debemos dar gracias a Dios por su gran amor y por sus maravillas en favor nuestro, pues solo Él ha sido el dador de todo lo que tenemos y de lo que podemos ser y llegaremos a ser. Todo el tiempo no ha hecho más que calmar nuestra sed y hasta nuestros caprichos, y aún así, sin que a veces lo notemos o lo reconozcamos, ha sido Dios quien nos ha saciado con lo mejor para calmar nuestra hambre y nuestra necesidad.
Hoy podemos decir como lo dice el Salmo 139:5 NVI: «Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano». Y eso somos, protegidos, guardados y cuidados por la mano del Señor.
Vamos a orar.
Cuánto te amo, Señor, tesoro y fuerza mía. Cómo no necesitarte y cómo no entender las miles de maneras en las que me amas, me cuidas y me proteges. Más bien reconozco que soy yo quien se pierde y se aleja de ti y tu perfecta voluntad. Gracias por tu protección, Señor. Me entrego a ti y te ruego me lleves a hacer tu voluntad. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 1 de junio. Protegido.
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Salmo 107:8-9 NVI: ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! [9] Él apaga la sed del sediento y sacia con lo mejor al hambriento.
Sabemos que el contentamiento proviene de la seguridad de que Dios nos ama de manera incondicional y que nada de lo que pueda hacer hará que Dios me ame más, ni mucho menos nada de lo que deje de hacer hará que Dios me ame menos, pues su promesa es que siempre cuidará de mí.
Y en esta verdad, como lo dice el verso de hoy, debemos dar gracias a Dios por su gran amor y por sus maravillas en favor nuestro, pues solo Él ha sido el dador de todo lo que tenemos y de lo que podemos ser y llegaremos a ser. Todo el tiempo no ha hecho más que calmar nuestra sed y hasta nuestros caprichos, y aún así, sin que a veces lo notemos o lo reconozcamos, ha sido Dios quien nos ha saciado con lo mejor para calmar nuestra hambre y nuestra necesidad.
Hoy podemos decir como lo dice el Salmo 139:5 NVI: «Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano». Y eso somos, protegidos, guardados y cuidados por la mano del Señor.
Vamos a orar.
Cuánto te amo, Señor, tesoro y fuerza mía. Cómo no necesitarte y cómo no entender las miles de maneras en las que me amas, me cuidas y me proteges. Más bien reconozco que soy yo quien se pierde y se aleja de ti y tu perfecta voluntad. Gracias por tu protección, Señor. Me entrego a ti y te ruego me lleves a hacer tu voluntad. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes