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Salmo 101:7 NTV: No permitiré que los engañadores sirvan en mi casa, y los mentirosos no permanecerán en mi presencia.
Yo creo que en el mar de las mentiras podemos llegar a engañarnos a nosotros mismos, con argumentos y engaños que nos hacen creer que somos lo que realmente no somos. Y eso puede pasar a veces sin que seamos conscientes de que está sucediendo.
Podemos entonces engañarnos a nosotros mismos, pero a Dios, a Dios no le podemos engañar, y cuando hacemos algo supuestamente para Él, Dios mismo conoce nuestras verdaderas intenciones y motivaciones.
Muchos dirán: «Quiero servir al Señor», cuando en realidad solo quieren ser vistos o reconocidos. Otros dirán: «Quiero servir al Señor», cuando en realidad lo que desean es usufructuar y comerciar con lo que de ninguna manera se debe negociar, con las cosas del Señor.
Y de esta misma manera, muchas personas buscarán servir con las motivaciones equivocadas, tratando de engañar a un Dios que de ninguna manera se deja engañar. Por eso dice el verso de manera contundente: Salmo 101:7 NTV: «No permitiré que los engañadores sirvan en mi casa, y los mentirosos no permanecerán en mi presencia».
Y con esto podemos entender que Dios mismo es quien discierne los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón, y al hacerlo, determina quiénes le pueden servir y quiénes serán solamente, como lo dice el verso, un engañador más o un mentiroso que desea todo lo demás, menos permanecer en su presencia.
Vamos a orar.
Señor, tú me conoces y tú me examinas, sabes cuando me acuesto y cuando me levanto, aún en la distancia me lees el pensamiento y no me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la sabes toda.
Conoces todo de mí y de lo que soy y seré, conoces mis caídas, mis inseguridades y mis motivaciones reales para vivir. Solo en ti está mi refugio y mi amparo, y por eso te ruego que limpies toda maleza a mi alrededor, de tal manera que pueda servirte honestamente y verdaderamente, sin que medie ninguna otra motivación que la de amarte y obedecerte para ser tu discípulo y permanecer para siempre a tu lado. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 19 de mayo. Engañadores del evangelio.
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Salmo 101:7 NTV: No permitiré que los engañadores sirvan en mi casa, y los mentirosos no permanecerán en mi presencia.
Yo creo que en el mar de las mentiras podemos llegar a engañarnos a nosotros mismos, con argumentos y engaños que nos hacen creer que somos lo que realmente no somos. Y eso puede pasar a veces sin que seamos conscientes de que está sucediendo.
Podemos entonces engañarnos a nosotros mismos, pero a Dios, a Dios no le podemos engañar, y cuando hacemos algo supuestamente para Él, Dios mismo conoce nuestras verdaderas intenciones y motivaciones.
Muchos dirán: «Quiero servir al Señor», cuando en realidad solo quieren ser vistos o reconocidos. Otros dirán: «Quiero servir al Señor», cuando en realidad lo que desean es usufructuar y comerciar con lo que de ninguna manera se debe negociar, con las cosas del Señor.
Y de esta misma manera, muchas personas buscarán servir con las motivaciones equivocadas, tratando de engañar a un Dios que de ninguna manera se deja engañar. Por eso dice el verso de manera contundente: Salmo 101:7 NTV: «No permitiré que los engañadores sirvan en mi casa, y los mentirosos no permanecerán en mi presencia».
Y con esto podemos entender que Dios mismo es quien discierne los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón, y al hacerlo, determina quiénes le pueden servir y quiénes serán solamente, como lo dice el verso, un engañador más o un mentiroso que desea todo lo demás, menos permanecer en su presencia.
Vamos a orar.
Señor, tú me conoces y tú me examinas, sabes cuando me acuesto y cuando me levanto, aún en la distancia me lees el pensamiento y no me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la sabes toda.
Conoces todo de mí y de lo que soy y seré, conoces mis caídas, mis inseguridades y mis motivaciones reales para vivir. Solo en ti está mi refugio y mi amparo, y por eso te ruego que limpies toda maleza a mi alrededor, de tal manera que pueda servirte honestamente y verdaderamente, sin que medie ninguna otra motivación que la de amarte y obedecerte para ser tu discípulo y permanecer para siempre a tu lado. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes