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Levítico 19:15 NTV: «No tuerzas la justicia en asuntos legales al favorecer al pobre ni al ser parcial con el rico y poderoso. Siempre juzga con imparcialidad a las personas».
No sé cuántas veces, como lo dice el verso, pervertimos la justicia y terminamos mostrando favoritismos por algunos, en contra de otros. Y esto no se trata solo de ricos y pobres hablando de dinero, sino más bien de riqueza y pobreza espiritual.
Cuántos de nosotros nos podemos encontrar en la ruina espiritual aún teniéndolo todo, y la muestra de ello es que seamos parciales, dirimiendo erróneamente los conflictos solo por el hecho de lo que tienen, o de la influencia, o la poca capacidad para hacer algo.
Por eso, la Biblia advierte contra juzgar a los demás, pues cuando juzgamos a otros, asumimos que conocemos su historia y circunstancias, sus pensamientos y motivos, y que estamos capacitados para emitir juicios. Pero solo Dios conoce el corazón de una persona y por eso mismo, antes de sacar conclusiones precipitadas sobre alguien, debemos recordar las ocasiones en que sufrimos dolor porque otros nos juzgaron injustamente.
Necesitamos con urgencia tratar de vernos los unos a los otros desde la perspectiva de Dios; ver a los demás como Jesús los ve, como hijos de Dios dignos de amor y bondad, y solo de esta manera podremos cambiar el juicio descarnado por la misericordia.
Finalmente, si alguna vez necesitas juzgar algo, si tienes que emitir un juicio, debemos hacerlo con imparcialidad e integridad, guiados en oración por el Señor para no pasar los límites que solo le corresponden a Dios.
Vamos a orar.
Qué difícil, Señor, arbitrar y juzgar las relaciones humanas, nuestro carácter, nuestra inseguridad, las maneras que tenemos para hacer las cosas y las acciones que llegamos a implementar, a veces sin darnos cuenta del gran daño que causa nuestro juicio en los demás.
Perdona, Señor, el juicio que termina apartando más a alguien de ti y de tu presencia, perdona el juicio que divide en la familia las relaciones entre hermanos, primos, padres y los hijos. Enséñanos a amarnos, Señor, sin pretender ser el Dios de nadie ni de nada, pues solo es tuya la capacidad de hacerlo. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 10 de abril. Juzga con imparcialidad e integridad.
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Levítico 19:15 NTV: «No tuerzas la justicia en asuntos legales al favorecer al pobre ni al ser parcial con el rico y poderoso. Siempre juzga con imparcialidad a las personas».
No sé cuántas veces, como lo dice el verso, pervertimos la justicia y terminamos mostrando favoritismos por algunos, en contra de otros. Y esto no se trata solo de ricos y pobres hablando de dinero, sino más bien de riqueza y pobreza espiritual.
Cuántos de nosotros nos podemos encontrar en la ruina espiritual aún teniéndolo todo, y la muestra de ello es que seamos parciales, dirimiendo erróneamente los conflictos solo por el hecho de lo que tienen, o de la influencia, o la poca capacidad para hacer algo.
Por eso, la Biblia advierte contra juzgar a los demás, pues cuando juzgamos a otros, asumimos que conocemos su historia y circunstancias, sus pensamientos y motivos, y que estamos capacitados para emitir juicios. Pero solo Dios conoce el corazón de una persona y por eso mismo, antes de sacar conclusiones precipitadas sobre alguien, debemos recordar las ocasiones en que sufrimos dolor porque otros nos juzgaron injustamente.
Necesitamos con urgencia tratar de vernos los unos a los otros desde la perspectiva de Dios; ver a los demás como Jesús los ve, como hijos de Dios dignos de amor y bondad, y solo de esta manera podremos cambiar el juicio descarnado por la misericordia.
Finalmente, si alguna vez necesitas juzgar algo, si tienes que emitir un juicio, debemos hacerlo con imparcialidad e integridad, guiados en oración por el Señor para no pasar los límites que solo le corresponden a Dios.
Vamos a orar.
Qué difícil, Señor, arbitrar y juzgar las relaciones humanas, nuestro carácter, nuestra inseguridad, las maneras que tenemos para hacer las cosas y las acciones que llegamos a implementar, a veces sin darnos cuenta del gran daño que causa nuestro juicio en los demás.
Perdona, Señor, el juicio que termina apartando más a alguien de ti y de tu presencia, perdona el juicio que divide en la familia las relaciones entre hermanos, primos, padres y los hijos. Enséñanos a amarnos, Señor, sin pretender ser el Dios de nadie ni de nada, pues solo es tuya la capacidad de hacerlo. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes