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1 Juan 1:9 NVI: «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».
Yo creo que una de las funciones principales de la palabra de Dios es revelarnos nuestra incapacidad para ser nuestro propio dios, y con ello, la de denunciar nuestra corrupción y nuestra manera de andar perdidos en nuestros deseos y pasiones y en nuestros inútiles razonamientos.
Cuánto orgullo y altivez destila por las cabezas de quienes se creen eruditos y con suficiencia, como lo hacía yo mismo, declaran que no necesitan un Señor y un Salvador. Es por eso que, así como un médico no puede mentir a su paciente sobre su diagnóstico, porque la ética médica se lo ordena y porque el paciente tiene todo el derecho de saber lo que le pasa, así mismo alguien que predique la bendita palabra de Dios no puede ocultar el diagnóstico mortal espiritual, solo por no causar tristeza o por evitar que alguien se vaya o que dejen de estar cómodos y agradados.
Pues eso significaría una responsabilidad de muerte que no debemos cargar y que estamos llamados a evitar. No podemos justificar la falta de precisión en la presentación del evangelio en el hecho de que la cultura actual es más frágil y no lo soportaría, pues el resultado de ello es la muerte espiritual y la condenación eterna.
Así como un médico ha sido llamado a salvar vidas humanas y a sanar heridas, quien predica la bendita palabra de Dios ha sido llamado para proclamar el mensaje de salvación de aquel que sana, libera, perdona, transforma, renueva las fuerzas y dice en su palabra (1 Juan 1:9 NVI): «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».
Vamos a orar.
Gracias Señor por haber hecho evidente en mí el diagnóstico que me apartaba de hacer tu voluntad, lleno de ira, enojo, frustración, inseguridad, pecado y cuantas cosas más. Solo tú lo has hecho Señor. Hoy vengo a tu presencia y te entrego mi corrupción, pues tú eres fiel y justo para perdonar y limpiarme de toda maldad. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 6 de noviembre. Si me veo como realmente soy, podré entender el valor infinito de Dios.
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1 Juan 1:9 NVI: «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».
Yo creo que una de las funciones principales de la palabra de Dios es revelarnos nuestra incapacidad para ser nuestro propio dios, y con ello, la de denunciar nuestra corrupción y nuestra manera de andar perdidos en nuestros deseos y pasiones y en nuestros inútiles razonamientos.
Cuánto orgullo y altivez destila por las cabezas de quienes se creen eruditos y con suficiencia, como lo hacía yo mismo, declaran que no necesitan un Señor y un Salvador. Es por eso que, así como un médico no puede mentir a su paciente sobre su diagnóstico, porque la ética médica se lo ordena y porque el paciente tiene todo el derecho de saber lo que le pasa, así mismo alguien que predique la bendita palabra de Dios no puede ocultar el diagnóstico mortal espiritual, solo por no causar tristeza o por evitar que alguien se vaya o que dejen de estar cómodos y agradados.
Pues eso significaría una responsabilidad de muerte que no debemos cargar y que estamos llamados a evitar. No podemos justificar la falta de precisión en la presentación del evangelio en el hecho de que la cultura actual es más frágil y no lo soportaría, pues el resultado de ello es la muerte espiritual y la condenación eterna.
Así como un médico ha sido llamado a salvar vidas humanas y a sanar heridas, quien predica la bendita palabra de Dios ha sido llamado para proclamar el mensaje de salvación de aquel que sana, libera, perdona, transforma, renueva las fuerzas y dice en su palabra (1 Juan 1:9 NVI): «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».
Vamos a orar.
Gracias Señor por haber hecho evidente en mí el diagnóstico que me apartaba de hacer tu voluntad, lleno de ira, enojo, frustración, inseguridad, pecado y cuantas cosas más. Solo tú lo has hecho Señor. Hoy vengo a tu presencia y te entrego mi corrupción, pues tú eres fiel y justo para perdonar y limpiarme de toda maldad. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes