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Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 4 de noviembre. Conversión Verdadera.
Romanos 3:10-12, NTV: “Como dicen las Escrituras: ‘No hay ni uno solo que sea justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios. Todos se desviaron; todos se volvieron inútiles. No hay ni uno solo que haga lo bueno, ni uno solo’.”
Cuando Pablo escribió estos primeros capítulos de Romanos, en los cuales se muestra claramente la maldad del ser humano, su propósito fundamental no era condenar, sino más bien el de llevar al hombre a la salvación, pues necesitamos reconocer nuestra ruina total y nuestra incapacidad para justificarnos de todo lo que hacemos por fuera de la bendita voluntad de Dios.
Esta verdad es esencial cuando de evangelizar se trata, pues pueden pasar semanas y meses y hasta años, y la tierra puede seguir dura, inexpresiva, árida y ausente, pero aún así la tarea de arar el corazón debe continuar hasta que el Espíritu de Dios venga y quebrante lo que solo Él puede remover.
La conversión genuina requiere una convicción profunda de pecado y solo allí necesitamos caer de rodillas ante Dios y decirle: «Señor, no puedo más… ¿Quién me puede apartar de mi maldad?» Solo en ese momento podemos entender que el Espíritu de Dios se ha manifestado en nuestras vidas y que ello va más allá de repetir oraciones vacías.
Vamos a orar.
Amado Señor, cuánto te necesito en medio de mi imperfección y mi maldad. (Romanos 3:10-12, NTV) “Como dicen las Escrituras: ‘No hay ni uno solo que sea justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios. Todos nos hemos desviado; todos nos volvemos inútiles sin ti. Y sin ti, no hay ni uno solo que haga lo bueno, ni uno solo’.” Me entrego a ti como cada día, para hacer tu voluntad y conocerte más. En el nombre de Jesús, amén.
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Romanos 3:10-12, NTV: “Como dicen las Escrituras: ‘No hay ni uno solo que sea justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios. Todos se desviaron; todos se volvieron inútiles. No hay ni uno solo que haga lo bueno, ni uno solo’.”
Cuando Pablo escribió estos primeros capítulos de Romanos, en los cuales se muestra claramente la maldad del ser humano, su propósito fundamental no era condenar, sino más bien el de llevar al hombre a la salvación, pues necesitamos reconocer nuestra ruina total y nuestra incapacidad para justificarnos de todo lo que hacemos por fuera de la bendita voluntad de Dios.
Esta verdad es esencial cuando de evangelizar se trata, pues pueden pasar semanas y meses y hasta años, y la tierra puede seguir dura, inexpresiva, árida y ausente, pero aún así la tarea de arar el corazón debe continuar hasta que el Espíritu de Dios venga y quebrante lo que solo Él puede remover.
La conversión genuina requiere una convicción profunda de pecado y solo allí necesitamos caer de rodillas ante Dios y decirle: «Señor, no puedo más… ¿Quién me puede apartar de mi maldad?» Solo en ese momento podemos entender que el Espíritu de Dios se ha manifestado en nuestras vidas y que ello va más allá de repetir oraciones vacías.
Vamos a orar.
Amado Señor, cuánto te necesito en medio de mi imperfección y mi maldad. (Romanos 3:10-12, NTV) “Como dicen las Escrituras: ‘No hay ni uno solo que sea justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios. Todos nos hemos desviado; todos nos volvemos inútiles sin ti. Y sin ti, no hay ni uno solo que haga lo bueno, ni uno solo’.” Me entrego a ti como cada día, para hacer tu voluntad y conocerte más. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes