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Isaías 55:8-9 NVI: «Porque mis pensamientos no son los de ustedes ni sus caminos son los míos», afirma el SEÑOR. «Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!».
Definitivamente, existe un contraste abismal entre los pensamientos de Dios y los nuestros, y de ninguna manera nos podemos atrever a pensar que lo que podemos cavilar sobre la vida es más perfecto que lo que Dios mismo ha pensado sobre la creación.
En reiteradas ocasiones podemos caer en el abismo de la suficiencia intelectual que nos llena de argumentos para justificar lo que hacemos, pero la realidad es que por encima de aquello que argumentemos y pensemos, Dios es el único que puede definir los caminos para cada uno de nosotros. Nadie más.
Ninguna teoría sociológica, ni humanística, ni antropológica, ni de mercadeo podrá definir nunca el crecimiento de una iglesia ni su madurez y solidez, pues toda obra de Cristo solamente fluirá de lo que sale de la boca de Dios y no de estrategias culturales o meramente humanas.
Lo mejor que podemos hacer cada vez que tengamos preguntas sobre hacia dónde vamos y lo que hay que hacer, es como lo indica la palabra de Dios, preguntarle al Creador cuál es su voluntad para nuestras vidas y obedecer con celeridad lo que Dios disponga que se haga, siguiendo la guía de su bendita palabra y dejando de una vez por todas de pensar que por nuestra propia cuenta y sin su dirección lo vamos a lograr.
Creo que necesitamos dejar de preguntar a las personas qué tipo de iglesia quieren o les gustaría tener y con ello dejar de construir imperios de popularidad, y más bien, como lo dice el verso de 1 Pedro 2:9 NVI, dedicarnos a ser ese pueblo que pertenece solamente a Dios. Pues como lo dice Tito 2:14 NVI, Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.
No más argumentos humanos llenos de vanagloria y displicencia en contra de Dios, y más bien sí, más llenura y conocimiento de la bendita palabra de Dios, que nos lleve por fin a ser sensatos y reconocer que Dios es Dios y que sobre Él ninguno de nosotros puede prevalecer.
Vamos a orar.
Amado Dios, perdóname por mi arrogancia y mi necedad. Hoy reconozco que me he llenado de argumentos y con ellos he querido disfrazar mi pecado, mi orgullo y mi altivez. Te pido perdón Señor y te ruego que me enseñes tu palabra y me permitas poco a poco reconocer que tú eres Dios y de ninguna manera me debo llenar de argumentos, pues todos ellos no hacen más que apartarme de ti. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 28 de octubre. Sabiduría Humana y Sabiduría Divina.
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Isaías 55:8-9 NVI: «Porque mis pensamientos no son los de ustedes ni sus caminos son los míos», afirma el SEÑOR. «Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!».
Definitivamente, existe un contraste abismal entre los pensamientos de Dios y los nuestros, y de ninguna manera nos podemos atrever a pensar que lo que podemos cavilar sobre la vida es más perfecto que lo que Dios mismo ha pensado sobre la creación.
En reiteradas ocasiones podemos caer en el abismo de la suficiencia intelectual que nos llena de argumentos para justificar lo que hacemos, pero la realidad es que por encima de aquello que argumentemos y pensemos, Dios es el único que puede definir los caminos para cada uno de nosotros. Nadie más.
Ninguna teoría sociológica, ni humanística, ni antropológica, ni de mercadeo podrá definir nunca el crecimiento de una iglesia ni su madurez y solidez, pues toda obra de Cristo solamente fluirá de lo que sale de la boca de Dios y no de estrategias culturales o meramente humanas.
Lo mejor que podemos hacer cada vez que tengamos preguntas sobre hacia dónde vamos y lo que hay que hacer, es como lo indica la palabra de Dios, preguntarle al Creador cuál es su voluntad para nuestras vidas y obedecer con celeridad lo que Dios disponga que se haga, siguiendo la guía de su bendita palabra y dejando de una vez por todas de pensar que por nuestra propia cuenta y sin su dirección lo vamos a lograr.
Creo que necesitamos dejar de preguntar a las personas qué tipo de iglesia quieren o les gustaría tener y con ello dejar de construir imperios de popularidad, y más bien, como lo dice el verso de 1 Pedro 2:9 NVI, dedicarnos a ser ese pueblo que pertenece solamente a Dios. Pues como lo dice Tito 2:14 NVI, Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.
No más argumentos humanos llenos de vanagloria y displicencia en contra de Dios, y más bien sí, más llenura y conocimiento de la bendita palabra de Dios, que nos lleve por fin a ser sensatos y reconocer que Dios es Dios y que sobre Él ninguno de nosotros puede prevalecer.
Vamos a orar.
Amado Dios, perdóname por mi arrogancia y mi necedad. Hoy reconozco que me he llenado de argumentos y con ellos he querido disfrazar mi pecado, mi orgullo y mi altivez. Te pido perdón Señor y te ruego que me enseñes tu palabra y me permitas poco a poco reconocer que tú eres Dios y de ninguna manera me debo llenar de argumentos, pues todos ellos no hacen más que apartarme de ti. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes