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Santiago 3:2 NVI: Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de dominar todo su cuerpo.
Uno de los errores más comunes para la mayoría de nosotros es decir algo de lo que luego nos tenemos que arrepentir, pues cuando lo hacemos ya no hay vuelta atrás.
Seguramente son muchas las ocasiones en las que la hemos embarrado cruelmente diciendo cosas desobligantes, egoístas, bruscas, denigrantes y en la mayoría de los casos hirientes.
Y nosotros mismos, creo que lo podemos dimensionar, si alguna vez fuimos víctimas de que nos dijeran algo que nunca hubiéramos querido escuchar; y eso duele, destruye como por dentro y nos deja una herida también profunda en el corazón, que solo Dios en su infinita gracia, puede sanar.
Una vez más estamos advertidos de lo que sale de nuestra boca y las consecuencias que ello puede provocar. Por eso mejor: No lo digas.
Vamos a orar.
Perdóname Señor por mis palabras hirientes y destructivas, perdona mi carácter y mi manera equivocada de pensar. Limpia mi boca de toda basura y de todo comentario hiriente y demoledor, yo te lo ruego Señor. Cámbiame, y transforma mi manera de pensar y de ser. En el nombre de Jesús. Amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 14 de julio. No lo digas.
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Santiago 3:2 NVI: Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de dominar todo su cuerpo.
Uno de los errores más comunes para la mayoría de nosotros es decir algo de lo que luego nos tenemos que arrepentir, pues cuando lo hacemos ya no hay vuelta atrás.
Seguramente son muchas las ocasiones en las que la hemos embarrado cruelmente diciendo cosas desobligantes, egoístas, bruscas, denigrantes y en la mayoría de los casos hirientes.
Y nosotros mismos, creo que lo podemos dimensionar, si alguna vez fuimos víctimas de que nos dijeran algo que nunca hubiéramos querido escuchar; y eso duele, destruye como por dentro y nos deja una herida también profunda en el corazón, que solo Dios en su infinita gracia, puede sanar.
Una vez más estamos advertidos de lo que sale de nuestra boca y las consecuencias que ello puede provocar. Por eso mejor: No lo digas.
Vamos a orar.
Perdóname Señor por mis palabras hirientes y destructivas, perdona mi carácter y mi manera equivocada de pensar. Limpia mi boca de toda basura y de todo comentario hiriente y demoledor, yo te lo ruego Señor. Cámbiame, y transforma mi manera de pensar y de ser. En el nombre de Jesús. Amén.
MIguel Montes