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2 Corintios 2:12 NVI: Ahora bien, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas.
Como bien lo sabemos y no es oculto para nadie, cuando se trata de predicar el evangelio libremente, siempre van a aparecer diversas motivaciones y argumentos para obstaculizar esta labor. Y no es de extrañar, pues en la época de los discípulos y de los hechos de sus apóstoles, podemos notar cómo la oposición era cada vez mayor para que el evangelio de salvación se propagara.
Sin embargo, podemos notar con gran hermosura en este verso de Pablo a los corintios, que sin lugar a dudas cualquier evento que sucedía y cualquier puerta que se abría, no pasaba por la astucia de los discípulos para lograrlo, sino por la gracia de Dios, que es el único que determina lo que se hace y lo que no.
Por eso, una vez más podemos decir como Pablo en su carta a los corintios: «Ahora bien, cuando llegué a Troas y (en este caso, a este lugar), para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas».
Vamos a orar.
Gracias, Dios, por tu palabra que da vida y por la seguridad que podemos tener en ti, de que siempre se hará nada más que tu voluntad. Gracias por los ayudadores, por las puertas que abres y por cada oportunidad que nos das de llevar un mensaje de esperanza y de buenas noticias llenas de tu gracia. Y gracias por abrir las puertas que solo tú tienes la capacidad y el poder para abrir. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 28 de mayo. El Señor abre las puertas.
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2 Corintios 2:12 NVI: Ahora bien, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas.
Como bien lo sabemos y no es oculto para nadie, cuando se trata de predicar el evangelio libremente, siempre van a aparecer diversas motivaciones y argumentos para obstaculizar esta labor. Y no es de extrañar, pues en la época de los discípulos y de los hechos de sus apóstoles, podemos notar cómo la oposición era cada vez mayor para que el evangelio de salvación se propagara.
Sin embargo, podemos notar con gran hermosura en este verso de Pablo a los corintios, que sin lugar a dudas cualquier evento que sucedía y cualquier puerta que se abría, no pasaba por la astucia de los discípulos para lograrlo, sino por la gracia de Dios, que es el único que determina lo que se hace y lo que no.
Por eso, una vez más podemos decir como Pablo en su carta a los corintios: «Ahora bien, cuando llegué a Troas y (en este caso, a este lugar), para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas».
Vamos a orar.
Gracias, Dios, por tu palabra que da vida y por la seguridad que podemos tener en ti, de que siempre se hará nada más que tu voluntad. Gracias por los ayudadores, por las puertas que abres y por cada oportunidad que nos das de llevar un mensaje de esperanza y de buenas noticias llenas de tu gracia. Y gracias por abrir las puertas que solo tú tienes la capacidad y el poder para abrir. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes