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Ezequiel 44:28 NVI: «Los sacerdotes no tendrán ninguna heredad, porque su heredad soy yo. Ustedes no les darán ninguna propiedad en Israel. Su propiedad soy yo».
Qué privilegio más alto y en ocasiones más incomprensible al entendimiento humano es el ser llamado para ser discípulo y servir al Señor. No sé cómo le puede caber en la cabeza a alguien el hacer cuentas de números y de cifras después de recibir tal llamado, pues cuando lo recibes, ya no existe más lugar en tu cabeza y en tu corazón que para el Señor, pues lo demás simplemente estorba y más bien ocupa el lugar que solamente debería pertenecer a la bendita presencia de Dios.
Y yo creo que de ello deberíamos tener claridad todos los que hemos sido «llamados», pues como lo dice el verso, nuestra mayor heredad, nuestra mayor recompensa, nuestro mayor tesoro y propiedad es el Señor. Ya no deberíamos pensar más en cómo se van a hacer las cosas ni cómo se van a financiar ni cómo lograremos más recursos para la obra del Señor, porque de eso se ocupa el Señor, mientras nosotros permanezcamos en lo fundamental, en el corazón y centro de lo que realmente nos debe importar y desvelar: la incomparable presencia de Dios.
Vamos a orar.
Perdón, Señor, por las motivaciones equivocadas y las múltiples tareas y preocupaciones que nos apartan de ti. Yo te ruego que quienes hemos sido llamados a conocerte y entregarte nuestras vidas, no dejemos intensamente de buscarte a ti y nada más que tu voluntad. Que los detalles, los números y las cuentas no nos aparten de hacer tu bendita voluntad. Yo te lo ruego, en el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 2 de mayo. No te equivoques.
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Ezequiel 44:28 NVI: «Los sacerdotes no tendrán ninguna heredad, porque su heredad soy yo. Ustedes no les darán ninguna propiedad en Israel. Su propiedad soy yo».
Qué privilegio más alto y en ocasiones más incomprensible al entendimiento humano es el ser llamado para ser discípulo y servir al Señor. No sé cómo le puede caber en la cabeza a alguien el hacer cuentas de números y de cifras después de recibir tal llamado, pues cuando lo recibes, ya no existe más lugar en tu cabeza y en tu corazón que para el Señor, pues lo demás simplemente estorba y más bien ocupa el lugar que solamente debería pertenecer a la bendita presencia de Dios.
Y yo creo que de ello deberíamos tener claridad todos los que hemos sido «llamados», pues como lo dice el verso, nuestra mayor heredad, nuestra mayor recompensa, nuestro mayor tesoro y propiedad es el Señor. Ya no deberíamos pensar más en cómo se van a hacer las cosas ni cómo se van a financiar ni cómo lograremos más recursos para la obra del Señor, porque de eso se ocupa el Señor, mientras nosotros permanezcamos en lo fundamental, en el corazón y centro de lo que realmente nos debe importar y desvelar: la incomparable presencia de Dios.
Vamos a orar.
Perdón, Señor, por las motivaciones equivocadas y las múltiples tareas y preocupaciones que nos apartan de ti. Yo te ruego que quienes hemos sido llamados a conocerte y entregarte nuestras vidas, no dejemos intensamente de buscarte a ti y nada más que tu voluntad. Que los detalles, los números y las cuentas no nos aparten de hacer tu bendita voluntad. Yo te lo ruego, en el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes