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Ezequiel 44:23 NVI: «Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro».
No sé cuántas personas en este momento en la humanidad están en las filas de las universidades e institutos para iniciar maestrías, doctorados, pregrados y estudios en general sobre quién sabe cuántas cosas… Cuando me imagino esta realidad, pienso: ¿será que la misma fila interminable y las mismas solicitudes de cupo están rebosando en este momento para estudiar y conocer a profundidad a Dios? ¿Será que las filas de jóvenes y profesionales están así de llenas para iniciar la mejor de las carreras de la vida, que es la de conocer a Jesús?
Yo creo que por eso Ezequiel, inspirado por el Espíritu Santo de Dios, nos advierte la necesidad imperiosa de la humanidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, y entre lo urgente, lo necesario y lo absolutamente fundamental. Y yo creo que el primer paso para lograrlo es comenzar por lo básico, como lo dice el verso, al menos por distinguir entre lo bueno y lo malo y entre lo sagrado y lo profano, para ver si de una vez por todas podemos comenzar a consumir un alimento espiritual mucho más puro que realmente no nos engañe y nos lleve finalmente a la vida y no precisamente a la muerte eterna.
Dice el verso (Ezequiel 44:23 NVI): «Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro». Y qué dicha que esa fuera nuestra tarea principal en el mundo de la vida, pues con ello nos ahorraríamos, como lo dice la bendita palabra de Dios, demasiadas complicaciones (Eclesiastés 7:29 NVI).
Vamos a orar.
Amado Dios, cuánto te necesito. Solo tú sabes cuánto trabajo me cuesta distinguir entre lo sagrado y lo pagano, entre lo que me sirve y lo que no, entre lo puro y lo impuro. Y termino más bien contaminándome más y apartándome más de ti por culpa de mi propia necedad e ignorancia de ti. Enséñame, Señor, te lo ruego, pues quiero aprender a distinguir el camino correcto. Aparta de mí todo afán, toda duda, toda alucinación y fascinación por lo que realmente no vale la pena ni es eterno, y ayúdame a fijar mi mirada completamente en ti y en tu perfecta voluntad para mi vida. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 1 de mayo. Todo lo que necesitas aprender.
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Ezequiel 44:23 NVI: «Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro».
No sé cuántas personas en este momento en la humanidad están en las filas de las universidades e institutos para iniciar maestrías, doctorados, pregrados y estudios en general sobre quién sabe cuántas cosas… Cuando me imagino esta realidad, pienso: ¿será que la misma fila interminable y las mismas solicitudes de cupo están rebosando en este momento para estudiar y conocer a profundidad a Dios? ¿Será que las filas de jóvenes y profesionales están así de llenas para iniciar la mejor de las carreras de la vida, que es la de conocer a Jesús?
Yo creo que por eso Ezequiel, inspirado por el Espíritu Santo de Dios, nos advierte la necesidad imperiosa de la humanidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, y entre lo urgente, lo necesario y lo absolutamente fundamental. Y yo creo que el primer paso para lograrlo es comenzar por lo básico, como lo dice el verso, al menos por distinguir entre lo bueno y lo malo y entre lo sagrado y lo profano, para ver si de una vez por todas podemos comenzar a consumir un alimento espiritual mucho más puro que realmente no nos engañe y nos lleve finalmente a la vida y no precisamente a la muerte eterna.
Dice el verso (Ezequiel 44:23 NVI): «Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro». Y qué dicha que esa fuera nuestra tarea principal en el mundo de la vida, pues con ello nos ahorraríamos, como lo dice la bendita palabra de Dios, demasiadas complicaciones (Eclesiastés 7:29 NVI).
Vamos a orar.
Amado Dios, cuánto te necesito. Solo tú sabes cuánto trabajo me cuesta distinguir entre lo sagrado y lo pagano, entre lo que me sirve y lo que no, entre lo puro y lo impuro. Y termino más bien contaminándome más y apartándome más de ti por culpa de mi propia necedad e ignorancia de ti. Enséñame, Señor, te lo ruego, pues quiero aprender a distinguir el camino correcto. Aparta de mí todo afán, toda duda, toda alucinación y fascinación por lo que realmente no vale la pena ni es eterno, y ayúdame a fijar mi mirada completamente en ti y en tu perfecta voluntad para mi vida. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes