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Eclesiastés 12:1-7 NTV: «No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: «La vida ya no es agradable». [2] Acuérdate de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. [3] Acuérdate de él antes de que tus piernas -guardianas de tu casa- empiecen a temblar, y tus hombros -los guerreros fuertes- se encorven. Acuérdate de él antes de que tus dientes -esos pocos sirvientes que te quedan- dejen de moler, y tus pupilas -las que miran por las ventanas- ya no vean con claridad. [4] Acuérdate de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya el sonido de la actividad diaria. Ahora te levantas con el primer canto de los pájaros, pero un día todos esos trinos apenas serán perceptibles. [5] Acuérdate de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo, y la alcaparra ya no estimule el deseo sexual. Acuérdate de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba -tu hogar eterno- donde los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro. [6] Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón de plata de la vida y se quiebre la vasija de oro. No esperes hasta que la jarra de agua se haga pedazos contra la fuente y la polea se rompa en el pozo. [7] Pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio.
Vamos a orar.
Amado Dios, te ruego no permitas que la emoción de la juventud ni la arrogancia de la vida me lleven a olvidarme de ti, pues quiero que tú seas mi luz, mi sol, mi guía y mi dirección todos los días de mi vida. Permíteme tenerte siempre presente y más bien reconocer lo débil que soy sin ti, pues tú eres la fuerza de mis piernas y de mi cuerpo, y eres la luz de mis ojos y el dador de todo lo que tengo. Consciente y seguro de ti quiero estar completamente hasta el último de mis días, es lo que te pido, en el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 28 de abril. Acuérdate.
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Eclesiastés 12:1-7 NTV: «No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: «La vida ya no es agradable». [2] Acuérdate de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. [3] Acuérdate de él antes de que tus piernas -guardianas de tu casa- empiecen a temblar, y tus hombros -los guerreros fuertes- se encorven. Acuérdate de él antes de que tus dientes -esos pocos sirvientes que te quedan- dejen de moler, y tus pupilas -las que miran por las ventanas- ya no vean con claridad. [4] Acuérdate de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya el sonido de la actividad diaria. Ahora te levantas con el primer canto de los pájaros, pero un día todos esos trinos apenas serán perceptibles. [5] Acuérdate de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo, y la alcaparra ya no estimule el deseo sexual. Acuérdate de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba -tu hogar eterno- donde los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro. [6] Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón de plata de la vida y se quiebre la vasija de oro. No esperes hasta que la jarra de agua se haga pedazos contra la fuente y la polea se rompa en el pozo. [7] Pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio.
Vamos a orar.
Amado Dios, te ruego no permitas que la emoción de la juventud ni la arrogancia de la vida me lleven a olvidarme de ti, pues quiero que tú seas mi luz, mi sol, mi guía y mi dirección todos los días de mi vida. Permíteme tenerte siempre presente y más bien reconocer lo débil que soy sin ti, pues tú eres la fuerza de mis piernas y de mi cuerpo, y eres la luz de mis ojos y el dador de todo lo que tengo. Consciente y seguro de ti quiero estar completamente hasta el último de mis días, es lo que te pido, en el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes