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Eclesiastés 3:1, 4 NVI: «Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto».
Claramente, en la vida nos vamos a enfrentar con pérdidas irremplazables de seres queridos que en su momento nos van a traer mucho dolor. Tal parece que el amor de familia nos une de tal manera que no podemos soportar la pérdida de uno de ellos, pues en ese momento nos vamos a sentir como si nos hubieran arrancado una parte de nuestro propio ser.
Por eso, el verso de hoy nos dice que «hay una temporada, y un tiempo… para llorar», y la verdad eso es lo que debemos hacer cuando una situación como esta nos sobreviene. Seguramente, para algunos, puede ser un período relativamente breve, pero el tiempo de duelo por la muerte de quien amamos seguramente nos durará tanto como nosotros mismos podamos aceptar su partida.
Pero en todo caso, es claro que eventualmente el tiempo de duelo externo debe terminar. Esto no significa que alguna vez superaremos la pérdida de nuestros seres queridos, pues para nosotros siempre estarán en nuestros recuerdos, especialmente en ciertos lugares y en los días especiales.
Aun así, la mejor manera de honrar a quienes amamos se une con el propósito de seguir adelante con la vida, viviendo con esperanza y sirviendo a Dios con alegría.
Vamos a orar.
Amado Dios, hoy decido entregarte mi dolor y mi tristeza. Solo tú me puedes entender y solo tú puedes dimensionar cuán grande es el dolor que puedo sentir. Solo te pido que me abraces y me des las fuerzas que necesito para seguir adelante. Dame tu consuelo y tu paz, te lo ruego, Señor, y rodéame con tu Santo Espíritu consolador. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 6 de abril. Pérdidas irremplazables.
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Eclesiastés 3:1, 4 NVI: «Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto».
Claramente, en la vida nos vamos a enfrentar con pérdidas irremplazables de seres queridos que en su momento nos van a traer mucho dolor. Tal parece que el amor de familia nos une de tal manera que no podemos soportar la pérdida de uno de ellos, pues en ese momento nos vamos a sentir como si nos hubieran arrancado una parte de nuestro propio ser.
Por eso, el verso de hoy nos dice que «hay una temporada, y un tiempo… para llorar», y la verdad eso es lo que debemos hacer cuando una situación como esta nos sobreviene. Seguramente, para algunos, puede ser un período relativamente breve, pero el tiempo de duelo por la muerte de quien amamos seguramente nos durará tanto como nosotros mismos podamos aceptar su partida.
Pero en todo caso, es claro que eventualmente el tiempo de duelo externo debe terminar. Esto no significa que alguna vez superaremos la pérdida de nuestros seres queridos, pues para nosotros siempre estarán en nuestros recuerdos, especialmente en ciertos lugares y en los días especiales.
Aun así, la mejor manera de honrar a quienes amamos se une con el propósito de seguir adelante con la vida, viviendo con esperanza y sirviendo a Dios con alegría.
Vamos a orar.
Amado Dios, hoy decido entregarte mi dolor y mi tristeza. Solo tú me puedes entender y solo tú puedes dimensionar cuán grande es el dolor que puedo sentir. Solo te pido que me abraces y me des las fuerzas que necesito para seguir adelante. Dame tu consuelo y tu paz, te lo ruego, Señor, y rodéame con tu Santo Espíritu consolador. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes